1.―
―Encontramos la Perséfone en órbita estacionaria
alrededor del objeto errante Nix 2.718, todos sus ocupantes estaban muertos. La
nave estaba intacta, con los sistemas en hibernación, parecía un maldito
panteón helado en mitad de Siberia.
―¿Iniciaron el protocolo de recuperación?
―Sí
―¿Escanearon la nave?
―Sí.
―¿Había presencia o rastro exobiológico? ¿Rastro de
patógenos?
―No. Estaba fría y muerta. Un bonito cubito lleno
de cadáveres, flotando en una mezcla de oxígeno
y nitrógeno líquido, esperando a
sus resucitadores. Como el puto Walt
Disney.
―Cíñase a la a preguntas, marine.
―Sí señor. Perdone señor, pero aún tengo los pelos
de punta.
―¿Había rastro xenomorfo?
―No. Mierda, yo también he visto los documentales.
Si hubiera habido rastro de la lagartija no hubiéramos tocado la Perséfone ni
con un puto palo, el capitán hubiera arrasado el lugar y nos hubiésemos vuelto antes
de la merienda.
―Pero no.
―No, Nix 2.718 es un planeta errante sin estrella marcado como objeto de alto interés en los mapas, las montañas de platino se ven desde la jodida
órbita. Había mucha pasta en juego, así que activamos la nave en remoto.
―¿El entorno del hábitat funcionaba?
―Sí, nuestra primera sospecha era que se hubieran
alterado los niveles de gases.
―Pero funcionaban perfectamente.
―Sí, así que pensamos en un contaminante
ambiental, o alimenticio. A veces el combustible hace cosas raras con el viento
solar. Nuestro crucero una vez filtró ácido cianhídrico al agrietarse el compartimento
estanco. Al despertar estuvimos a punto de palmar el pelotón entero.
―¿Recuperaron los cadáveres?
―Sí, yo mismo maniobré la cápsula de socorro, el
sargento Pilgrim y yo volamos la compuerta de popa y abordamos la nave, sacamos
a los fiambres. Doc les hizo la autopsia.
―¿Llegó a dictaminar la causa de la muerte?
―Joder, ustedes tienen los malditos informes.
―Responda marine.
―Mierda, soy un jodido marine y no un cerebrito.
Señor, mi trabajo es entrar a los sitios y disparar a quien cojones se me ponga
por delante, mi trabajo es matar, no preguntarles a los muertos de qué coño han
palmado.
―Escúcheme marine, le resumiré la situación. No
tenemos informes. No tenemos una mierda salvo dos naves de primera línea
orbitando un puto cubo de hielo en mitad de ninguna parte. Una llena de mineros
muertos y otra llena de soldados muertos. Todas y cada una de las sondas están
fritas. Todos y cada uno de los datos de Nix 2.718 han desaparecido como por
arte de magia. Todos y cada uno menos los que alberga su cerebro de chorlito.
―Necesito un cigarro.
―No se fuma aquí. Puedo administrarle un parche de
nicotina.
―Mierda deme un puto cigarro, se lo ruego.
―Bien. Supongo que podemos hacer una excepción.
―Gracias.
―Continúe.
―Doc dijo que habían muerto por un derrame.
―Un ictus.
―Eso.
―Un tapón en los sesos. Eso dijo Doc, todos en el
mismo punto. Después comenzó a matarnos a nosotros, algo bloqueó las arterias
de los cerebros de la tripulación y comenzaron a hablar raro y a convulsionar.
Cayeron uno detrás de otro, Doc y el capitán los primeros, luego todos y cada
uno en el pelotón menos yo. Pero eso fue después de la conversación.
―¿Conversación?
―La charla.
―¿Charla con quién?
―La charla con el puto planeta.
―No hay vida inteligente en el objeto, sólo un
caldo primordial bajo la corteza de hielo.
―Joder, creo que debieran ustedes redefinir el
concepto de vida inteligente.
―No hay estructuras. No hay emisiones de radio
desde el planeta errante.
―No necesitan una radio. Ellos nos hicieron señas.
―¿Ellos?
―O él. Que cojones, el puto planeta hablaba de sí
mismo en plural.
―Y como coño…
―A través de la aurora. El planeta tiene un fuerte
magnetismo. Hay una aurora perpetua en sus polos. De hecho, es la única fuente
de luz.
―No le entiendo.
―No me entiendo ni yo mismo. Cuando abordamos la
Perséfone y activamos los sistemas su aurora comenzó a dibujar un círculo.
―¿Un círculo?
―Sí, yo estaba en la cabina de mando del Hefesto
cuando comenzó a hablar. El capitán me había llamado para preparar el descenso
al objeto. Primero fue un círculo, después un uno. De miles de kilómetros de
longitud. Después un parpadeo y otro uno. Y así.
―Un lenguaje binario.
―Eso dijo el capitán. Enfocamos los sensores a la
atmósfera y resultó que el código se traducía a letras. El sistema de
navegación del Horus nos tradujo la cháchara. Respondimos con nuestras luces de
posición.
―Y de qué hablaron.
―Esa cosa nos saludó, nos preguntó si éramos
humanos.
―¿Contestaron?
―Sí, dijimos que llegábamos en son de paz, que
desconocíamos que fuera un planeta habitado. Doc habló de una forma de vida en
colmena. Pero microscópica, Doc dijo que quizás todas las formas de vida del
planeta no tenían más tamaño que el de una bacteria, pero que probablemente
estaban organizadas a una escala superior.
―Interconectadas.
―Eso. El puto planeta nos dijo que nos largáramos.
―Pero ustedes no se largaron.
―No, joder el capitán comenzó a hablar de la
hermandad entre seres inteligentes. Él uso su mejor palabrería como si
estuviera celebrando el cuatro de Julio, habló de construir un espacio
fraternal y todo eso, pero el planeta nos caló rápido y nos mandó a la mierda.
―¿A la mierda?
―El planeta nos dio un ultimátum. O nos íbamos o
nos mataba.
―¿Que dijo exactamente? Le ruego que sea preciso.
―Él dijo que no podemos actuar en son de paz
porque no está en nuestra naturaleza, dijo que somos vectores de caos. Dijo que
nuestras células son una gran broma, que sobrevivimos a la entropía del
universo generando más entropía. No entiendo eso último.
―La entropía es una medida del desorden y en el
universo todo tiende a separarse. Los humanos estamos hechos de partículas que
se organizan y viven apretadas, eso va en contra del principio entrópico, pero
solo aparentemente. Nosotros necesitamos ingentes cantidades de energía para
calentarnos, para alimentarnos, para sobrevivir; así que para igualar la
ecuación todos nuestros actos generan desorden. La comida que comemos, el
combustible que quemamos, los recursos que extraemos. Es cierto, somos vectores
del caos.
―Habla usted como el jodido planeta.
―¿Qué pasó después?
―Pasó que nadie chulea a un puto capitán de
fragata de los marines con un crucero intergaláctico clase Horus a su mando. Él
dijo y cito textualmente: «Esas bacterias comemierdas no van a echarme de
ningún lado», y acto seguido apuntó diez torpedos con treinta kilotones de destrucción hacia el
planeta. No llegó a pulsar el gatillo, comenzó a babear y convulsionar como un
pelele mucho antes.
―¿Y usted?
―¿Yo?
―¿Por qué cree que está vivo?
―El planeta dijo que me largara. Cuando todos
murieron me habló y dijo que entregara el mensaje, así que monté en una de las
cápsulas salvavidas y me largué. Tres años y medio después estoy aquí, como un
filete recién descongelado. ¿Puedo hacerle una pregunta, Coronel?
―Sí.
―¿Por qué me eligió a mí?
―Porque tenía que elegir a alguien no muy listo
para no dejar escapar información, alguien no muy idiota para transmitir un
mensaje preciso; ese planeta nos ha declarado la guerra.
―¿Y qué haremos entonces?
―Probablemente hacer lo que mejor sabemos hacer.
―¿Entrar en guerra contra un planeta errante en el
culo del universo?
―Somos humanos. Nuestra fama nos precede, hemos destruido
tantos planetas y extrañas formas de vida que ya he perdido la cuenta,
empezando por nuestro propio hogar. Hemos de distribuir el desorden, querido
marine, nacimos para ello. Hemos de diseminar el puto caos.