Buscando
una metáfora precisa que me permita definir las antologías de Spórtula
seleccionadas por Mariano Villareal solo encuentro una de corte gastronómico,
porque leer una de estas recopilaciones es como que te inviten a comer un menú
degustación en un restaurante de muchas estrellas. Un sitio con muchos platos breves
pero sabrosos, de esos que comes despacio paladeando el asunto, para pillar
cada uno de los matices que el cocinero ha escondido dentro.
Y es que en
esta deriva en el mar de las lluvias
hay muchas estrellas, no de las que otorga Michelín sino más bien de las que
brillan en el cielo. Premios Hugo, Nébula y British Science Fiction.
Cuidadosamente traducidos, además.
Y Ted Chiang, firmando un relato que sólo
por si mismo justifica el desembolso, «La
verdad de los hechos, la verdad del corazón» es una de las obras cortas más
elegantes que he leído en mucho tiempo. La literatura de este hombre está
perfectamente medida y proporcionada. Es brutalmente interesante en continente
y en contenido. Por su ética y su estética. Por el hueco que se hace en tu
mente cuando cierras el libro y este se queda jugando un rato con tus neuronas.
Un relato
que habla de la confrontación entre lo que somos y lo que creemos ser. De la
difícil relación entre la imagen que devuelve el espejo y la que almacenamos en
nuestra memoria.
También
encontrarás a M. R. Kowal con «La señora astronauta de marte», un cuento
sobre el amor y la despedida, sobre la pasión por la vida y la vejez; a Ken Liu en su línea, tocando además la
fibra sensible que envuelve la razón y la locura con su «Algoritmo para el amor»; a Will
MacIntosh dejándote con la cabeza volada y sensación de frío gracias a sus «Frigonovias»; a Mike Resnick hablando del amor paterno filial en los tiempos del
transhumanismo con «Regreso a casa»;
a Carrie Vaghum mezclando
costumbrismo y sociedades post distópicas con «La Amaralys» y a Rachel Swirsky
con una carta de amor preciosa, lisérgica y jurásica con «Si fueras un dinosaurio, amor mío».
La
antología se cierra con una novela corta que da nombre a conjunto. «A la deriva en el mar de las lluvias»
de Ian Sales, un relato a cerca de la
cara de tonto que se les queda a unos astronautas en la luna al presenciar la
destrucción de la tierra; este relato me ha dejado loco por dos motivos,
primero por su calidad y segundo porque yo mismo hice hace tiempo un cuento con
la misma premisa ―no hay nada como leer a otros para dejar de creerte original―.
Termino.
Conocí la labor de este editor en enero cuando me tocó reseñar
Dark Fantasies para los PGB17, estamos a junio y ya he devorado otra de sus antologías,
me temo que no acabará el año sin que le lance la caña a la siguiente.