Tengo la sensación de que cuando la literatura
quiere retratar el auténtico horror, el terror más puro y angustiante, no
necesita de la fantasía, porque después de todo la fantasía no deja de ser un
escudo, un filtro que aleja el asunto, una especie de defensa tranquilizadora.
Y es que cuando la maldad pura no la ejerce un ser real, cuando la ejerce un
espectro, un extraterrestre o una criatura demoniaca, esa maldad se vuelve más
liviana, más lírica, más llevadera. Por irreal menos dolorosa.
El cuento que te cuenta la vida a veces es
jodido. Y siempre llega de improviso. A veces te lo cuenta de niño, cuando ves
el infierno desatado sobre la cabeza de un compañero de escuela por el simple
hecho de haber nacido demasiado miope, demasiado delgado, demasiado bajo o
demasiado bueno. O te lo cuenta con la
mochila hecha, mientras ves el telediario matinal, te tomas un café y haces
tiempo para coger un tren que ese día ya no circulará, entonces echas de menos
la existencia de los monstruos de mentira, esos que puedes matar con una
estaca, con un conjuro o una espada láser. Y lo haces porque los monstruos de
verdad, los que respiran, comen, sienten, cagan y duermen, siempre acaban haciendo que
los primeros acaben pareciendo unos sencillos amateurs.
Dicen los policías y sanitarios que atendieron a
las víctimas de los atentados del once de marzo de 2004 que una de las cosas
más duras de la tragedia no fue sólo la sangre o los cuerpos mutilados ―algo
suficientemente horrendo de por sí―, sino lo que vino con el silencio. Cuando
ya sólo quedaban muertos y personas en estado de shock, cuando comenzaron a sonar al unísono los
móviles en las mochilas, y siguieron sonando durante todo el día hasta que las baterías
se agotaron. El momento terrible en el que la angustia se transmutó en un
elemento cotidiano. El llanto de una
madre convertido en politono por obra y gracia da la maldad absoluta.
«Entre
malvados» de Miguel Ángel Muñoz, editado por Páginas de espuma, es un ejercicio de memoria desde esa visión.
Desde el terror monocromático, cotidiano y realista que no se para a filosofar
si la maldad nace o si se hace. Simplemente está ahí, rebosando en cada jodido
átomo de cada jodida entraña de algunos hombres.
«Entre
malvados» es una antología dura, pero muy recomendable, porque como toda
literatura bien hecha te toca la fibra sensible, es un libro homogéneo en
mensaje, pero no en las formas, como si con cada cuento el autor quisiera no
repetirse demasiado, y en ella destacan cuatro historias:
«Intenta
decir Rosebud» porque es una historia brutal, actual, de supervivencia ante
el infierno y ante la propia supervivencia, que habla también sobre como la
guerra ―en este caso la de Siria―, es un auténtico imán para todos esos hijos
de puta que tan sólo necesitan una pequeña excusa para dar rienda suelta a su
instinto predador. Un cuento que como bien advierte el autor entronca a la
perfección con los artículos que Javier Espinosa publicó en el mundo tras su
secuestro.
«Un
hombre tranquilo» porque habla de ti, de mí, del 11M, de lo fácil que es estar en el momento
inadecuado en el sitio inadecuado, de lo aleatoria y ciega que es la maldad
humana.
«El último habitante del planeta no puede tomar
el tren, porque es el último habitante del planeta, pero se pasea por las
estaciones vacías y atraviesa los andenes donde los vagones han encallado con
las puertas abiertas como panzas devastadas de ballenas muertas».
«Los
hijos de Manson» El mejor para mi gusto,
por ser tremendamente original. Dicen que todos tenemos seis grados de
separación con cualquier persona del planeta. En este cuento ―que no parece un
cuento por su lenguaje periodístico―, hay tan sólo cinco que además no son
evidentes. Los cinco grados de separación de la hijoputez humana.
«Miller dijo a su mujer que “aquel niño mongólico
era un problema del que se tenían que deshacer”. A los pocos días de venir al
mundo entregó a su hijo a un centro asistencial de Nueva York».
«Donde
el Borgión se esconda» El cuento más denso y
cargado de significado. Una reflexión sobre el lugar donde se esconde la bestia,
esos monstruos que nadie quiere ver, aunque los tenga delante.
En resumen, «Entre
malvados» es el cuarto libro que leo como jurado de los #PGB17 en la categoría
de libro de relatos. Una recopilación sorprendente, variada y bien escrita. Una
antología que duele, desespera y retrata con precisión los rincones más oscuros
de la condición humana.