Sacar adelante un manuscrito se asemeja al acto de
tejer una tela en un telar. Para ello es imprescindible una urdimbre, un
conjunto de hilos paralelos en tensión entre los que se inserta, de forma
perpendicular, por encima y por debajo, un segundo hilo llamado trama. No hay
tela sin urdimbre. No hay tela sin trama.
Vale, no
hay que ser un genio para encontrar las analogías literarias de esta perezosa
metáfora ―de hecho, hay otra que hace referencia a los cabos de una red, la
pesca y los peces, pero llamar besugos a los lectores siempre me ha parecido
poco elegante―. El caso es que cualquiera con un puñado de urdimbres y una
trama puede tejer. El problema es el resultado. A unos les salen banderas, a
otros les salen bufandas e incluso hay gente a la que le salen sudarios. Porque
para tejer bien (una historia) no solo hacen falta materiales, también es
necesario tener arte en la ejecución y gusto.
Y aquí es
donde Despertares de Felicidad
Martínez destaca. Porque con dos cabos, (la
historia del aventurero Rampante y de la niña Colline), y una trama sólida, de
esas que te hacen saltar rápido de una palabra a la siguiente, la autora monta
una historia para quitarse el sombrero. Un bello tejido que se pega al lector y
sutilmente le envuelve casi sin que éste se dé cuenta. Un traje que engaña,
porque parece suave y confortable, pero no.
Y es que
Felicidad dosifica con sabiduría la información, porque se puede hablar del
hombre, de la sociedad, de la vida y de la muerte. Y se puede hacer reflexionar
al lector acerca del principio y el fin. Hacerle mirar a esa puta gran
incógnita que flota en la nada. Hacia el triste futuro de la ciencia cuando se
convierte en religión. Se puede incluso tratar la inutilidad de ser reina,
princesa o siervo llegados a ese punto cruel que acecha al final de cualquier
discurso. El punto final.
Se puede
hacer todo eso y hacerlo con dulzura, como con un cuento. Que así entra mejor.
Felicidad
demuestra en Despertares que es una
buena escritora con mucha maña. Regala al lector una linterna con la que poder
alumbrar un camino oscuro cuyo trazado no siempre es evidente. Una luz con la
que poquito a poquito vas descubriendo la historia, vas uniendo los puntos. Una
forma de escribir que exige mucho oficio y que me ha encantado, sutil, limpia,
estructurada y proporcionada. Bella, al fin y al cabo.
Junto con
36 de Nieves Delgado, CloroFilia de Cristina Jurado y Los príncipes de madera de Daniel
Pérez, esta obra es candidata a la sección de novela corta de los Premios Guillermo de Baskerville 2017 de
la revista literaria Libros Prohibidos.
He de decir que he leído los cuatro libros ―aunque he empezado las reseñas por
las mujeres―, y estoy encantado.
No quiero
desde aquí entrar en discusiones de género, en disfuncionalidades palpables, en
la falta de reconocimiento o representatividad de las escritoras de ciencia
ficción, eso es algo evidente y éste no es el momento ni el lugar.
Simplemente
constato que este mundo está cambiando, hay una tormenta en el horizonte y hace
falta estar muy ciego para no notarla. Cada vez se las edita más y, sobre todo,
ellas cada vez escriben más.
Por mi
parte he de reconocer que hasta hace bien poco apenas había leído literatura de
género hecha por el género femenino, pero nunca es tarde si la dicha es buena. Gracias
a la revista Windumanoth ―revista con
la que he colaborado en su primer número y que desde aquí recomiendo a todos―, conocí
a la olvidada Nesbith, y también a
las maravillosas Rhei y Dauden. Y ahora, gracias a libros prohibidos, me encuentro con Nieves Delgado, Cristina Jurado y Felicidad
Martínez, (que además han copado merecidamente los premios Ignotus de este
año)
Literatura
de calidad, altamente recomendable. En femenino.