Cualquier
lector que ejerza el noble arte de imaginar el futuro, fácilmente tendrá una
tendencia, una querencia a representarlo, de forma instintiva quizás, como un
lugar frío y plastificado. Un universo repleto de robots, naves espaciales,
sables láser, inteligencias artificiales y coches voladores.
Lo que es
inevitable para el lector, para el escritor se convierte, por manido, en un campo
de minas. En CloroFilia la autora Cristina Jurado demuestra que sabe mucho
de ciencia ficción, ―desde luego mucho más que el que esto escribe―. Demasiado
como para caer en esa trampa.
Y es que CloroFilia sorprende por no tanto por
la premisa distópica como por el desarrollo que llega después, porque a pesar
de su brevedad, Cristina Jurado consigue
compartimentar la novela y jugar con el lector. Desorientándolo primero, para
orientarlo después ―como debe de ser―, conjugando además diferentes estilos,
desde el género apocalíptico con pinceladas de terror de los primeros compases,
hasta la literatura más bellamente descriptiva del final.
Y lo hace
dando al conjunto un toque orgánico, casi botánico. Un estilo que salta del propio
argumento a la estructura interna. Y me explico. El devenir de la historia casi
se asemeja al crecimiento de una planta. Hay una primera parte, una
presentación subterránea, oscura, donde en un mundo arrasado por el vendaval
los últimos hombres se entierran como semillas a la espera de tiempos
mejores. Después, la obra una vez
germinada crece hasta llegar al nudo y nos enseña a su protagonista principal ―Kirmen―,
enraizándose en la historia, tomando contacto con otros personajes,
endureciéndose, queratinizándose, dando consistencia al asunto. Así hasta
llegar al desenlace, un final explosivo, lírico, casi lisérgico, donde las palabras
brotan como capullos en flor.
Una
lectura que fluye como la sabia, desde las raíces hasta las flores, con
personajes bien construidos, creíbles, duales, capaces de atesorar bondad,
locura, deseo y maldad a partes iguales, personajes entre los que destaca el
doctor, un ser en origen bondadoso pero que ha ido sustituyendo la decencia por
amargura a lo largo de los años de encierro, y por supuesto Kirmen, el niño que
se convierte en hombre mientras su cuerpo muta, un alma que lucha por su
felicidad en mitad del desastre, porque no conoce un mundo mejor. Ellos se relacionan entre sí de forma sutil
pero también brutal, con un estilo que sabe enseñar sin contar dejando también
espacio para que el lector rellene los huecos. Un libro que lees en dos tardes.
Una bella reflexión que nos hace preguntarnos, una vez más, qué quedará de
nosotros cuando el hombre no sea hombre.
CloroFilia está editada por Cerbero, una editorial que está
apostando por literatura española de género en formato corto, a unos precios y
con unas calidades más que atractivos, conocí su existencia el verano pasado en
tierras asturianas durante el Celsius
y básicamente me llamaron la atención porque su caseta siempre había siempre gente
ojeando sus libros, llevándoselos por pares, presos de una especie de síndrome
de Stendall comprador. Después de haber tenido oportunidad de leer tres de sus
libros, entiendo aquel éxito y no me extraña que copen esta categoría de novela
corta en los PGB2017.
Termino,
no quisiera finalizar mis impresiones sobre CloroFilia sin hacer referencia a la portada. Al portadón. Y es que si fuera tan cretino
como para calificar a los finalistas de los premios Guillermo de Baskerville2017 en función de su carátula, éste ya tendría ganador. La ilustración de
Cecilia G.F. es una joyita que parece sacada de los sueños de Klimt. No
sólo incita a la compra, sino que además actúa como un aperitivo perfecto antes
del disfrute literario al que antecede.