Supongo que hay libros que parecen ecuaciones, obras cuya
estructura, lenguaje y ritmo se impregnan misteriosamente de la precisión y
claridad de las matemáticas. Supongo que los autores, cuando son además hombres y mujeres de ciencia, tienen la cabeza
amueblada de una manera muy especial.
La obra 36, de Nieves Delgado, destila ese aroma desde
el principio. Como una fina pátina adherida a su superficie, sutil pero
presente desde el mismo título ―atípico, numérico y conciso―, hasta ese final indeterminado, pasando por la propia historia, un argumento donde se nos presenta el ciclo vital
de una inteligencia artificial y su sufrida relación con
los humanos. Todo tiene un regusto inorgánico. Una sutil cadencia hecha de unos
y de ceros, de igualdades y funciones. Como un
pequeño algoritmo de papel.
Y funciona. Y en su virtud también está su principal defecto.
Porque la autora consigue sin estridencias, de forma sencilla y clara, sin
grandes giros narrativos, sin cliffhangers, ni deus ex machinas,
hacer caminar al lector por ese valle inquietante que los profetas de la
robótica han anticipado. Pero ―lamento poner un pero, no sería justo de otra manera―,
lo hace de la mano de un/una protagonista que
se siente por momentos demasiado fría, aséptica
e impoluta.
Por suerte la cosa no queda
aquí. Porque la buena literatura y la física moderna tienen algo en común, una
misma función esencial. Hablo de la representación de este mundo absurdo. Hablo
de confinar la realidad entre símbolos para poder facilitar
su estudio y entendimiento.
En esta obra Nieves Delgado habla del ser humano sin el ser
humano. Por contraposición. Como cuando se cambia el signo a uno de los
miembros de una suma al pasarlo al otro lado
de la igualdad. Una reflexión sobre
nuestra propia transcendencia, sobre nuestros límites
y nuestra condición reflejada en el alma de una IA. Un espejo en el que
poder observar con detalle las propias imperfecciones.
36 sobre todo destaca en algo, y esto es la soltura
con la que se adentra en una de las obsesiones primarias de cualquier escritor/lector
de ciencia ficción. El retrato de aquello que podríamos calificar como metahumano, o lo que es lo mismo, lo que
quedará del hombre cuando culminemos con nuestra condición predadora con el
entorno y con nosotros mismos. Somos sujetos condicionados por nuestra propia evolución,
desde el Australopithecus afarensis al Homo sapiens. Si hacemos caso al señor Darwin la cosa no quedará
aquí. En 36, Nieves Delgado nos ayuda a cerrar los ojos y mirar más allá, en
dirección a ese futuro incierto.
36 es finalista de los premios Guillermo de Baskerville 2017 en la categoría de novela corta, razón por la que algún
insensato ha creído oportuno contar con mi opinión para la entrega del mismo.
Dicho premio tiene la sana intención de ayudar a dar visibilidad y lectores a obras de calidad e
independientes que pasan desapercibidas en
medio del huracán editorial. 36
entra de lleno en esa definición, no tanto por lo de desapercibida ―según creo
va por la merecida segunda edición―, como por
lo de obra de calidad e independiente. Motivo por el cual, desde este humilde
blog, recomiendo con mucho gusto su lectura.