Hay
dos formas de retratar el vacío, la primera es delimitándolo, dibujando su
contorno para luego rellenarlo. Estableciendo una silueta para pintar el
interior con vivos colores, con tinta de rotulador y acuarela, como los niños
pequeños cuando se enfrentan a sus primeros dibujos.
Hay una segunda. Y es respetando ese vacío, ese gran hueco. Retratando todo lo demás, todo lo que ha quedado a la vista.
Hay una segunda. Y es respetando ese vacío, ese gran hueco. Retratando todo lo demás, todo lo que ha quedado a la vista.
La
serie de televisión “The Leftovers” de la HBO, desde mismo título establece una
insana declaración de intenciones, y sigue con los ojos cerrados y una fe
irreductible la segunda de las opciones.
Es
una obra difícil, dura, que exige gozo, dolor sufrimiento a sus seguidores, y
que devuelve el esfuerzo invertido pagando con las mismas monedas, a partes
iguales.
Porque
de eso se trata, de dibujar los huecos, de mostrar el vacío, a través de lo que
queda alrededor, a través de esos hombres y mujeres reconvertidos en flecos, en
sobras, en restos, que han de reconfigurar su existencia construyendo sus vidas
de nuevo sobre la nada.
Y
ellos, los personajes de la historia lo hacen, edifican sus hogares rotos y sus
relaciones personales de nuevo, pero de forma enfermiza, aberrante, colocan sus
cimientos en un suelo blando, hecho de chicle y por eso las paredes continuamente
amenazan ruina.
La
premisa no importa, la parte de ciencia ficción no importa, la propia realidad
no importa, porque todo se reduce a dibujar ese hueco, esa existencia perdida.
Todo
se reduce a esa gran pregunta, el mismo interrogante que acecha por las noches
entre las sombras, antes del sueño.
El
mundo occidental lucha por evitar hacerse esa pregunta. Se droga, se emborracha
y compra cosas. Pero la cuestión sigue ahí. Intacta. Es bueno que alguien que
cuenta historias en este planeta alprazolam, un buen día se levante y nos toque
las narices, nos susurre cosas al oído a nosotros, a aquellos que hacemos todo
lo posible por no escuchar lo que nos desagrada.