Hay un tipo
llamado Larry debajo de la piel blanca del payaso Cymbol, alguien que ha sido
actor, monje trapense, incluso bailarín
en Brodway, o al menos es lo que él dice; sin embargo, cosas de la vida, el
bueno de Larry ha cambiado los zapatos de claqué por otros con diez tallas de más,
Larry es ahora “el clown patético”, un ser quizás triste porque vivir en la
calle deja su impronta, sus cicatrices, su olor a suciedad y a alcohol, quizás
triste porque el frío a veces se mete en
los huesos y no deja pensar con claridad, quizás triste porque la vida resulta
que se le ha escurrido entre las manos en un abrir y cerrar de ojos, demasiado
rápido.
Larry muestra una
flor de mentira a un niño desconfiado, la madre tira del brazo asustada y
acelera el paso, el niño regala una sonrisa; bien hecho mocoso, las sonrisas
riegan el alma pero son poco eficaces contra el vacío de las tripas, Larry pide
una ayudita, la mujer se rasca el bolsillo mientras Cymbol escucha a sus espaldas
una voz gruesa y burlona.
–¡Que tenemos
aquí!
Cymbol se gira y
se encuentra al oficial Hogan, su aspecto es una digna imagen de su voz.
–Sólo un payaso
humilde, Señor.
Bien, bien,
piensa el policía, un payaso humilde y mendigo, quizás con alguna cuenta
pendiente con la ley.
Las leyes no
entiende de payasos, aunque a veces parezcan redactadas por ellos, el oficial
Hogan echa el lazo, cumple la norma y alguien saca una foto.
Definitivamente,
hoy no es un día perfecto para el pez payaso.
Historia vía LATimes