El ruido del la pluma contra el papel resuena en los oídos de Józef como un epitafio, mientras la tinta fluye, su corazón late como una ametralladora empujando la sangre por su cuerpo, su respiración ya agitada se acelera, como si en la estancia el oxígeno se hubiera consumido repentinamente, se siente asfixiado, quiere gritar pero no lo hace, una llamada de socorro sólo tiene sentido cuando alguien puede oírla, quiere llorar pero no puede, las lágrimas ya no enderezan el camino, tan solo emborronan la visión del sendero.
Esta solo ante sus actos, solo ante su futuro incierto.
Sobre la mesa, acompañando al tintero, una botella de licor le da el fuelle suficiente como para no detenerse, empapa sus neuronas y le narcotiza lo justito para poder continuar con el plan prefijado, un trago que ya no raspa al pasar por el gaznate y una firma temblorosa son sus últimas acciones antes de cerrar el sobre con las palabras de un hombre que no hace tanto que dejó de ser niño.
Sin poder evitar un liger…
Esta solo ante sus actos, solo ante su futuro incierto.
Sobre la mesa, acompañando al tintero, una botella de licor le da el fuelle suficiente como para no detenerse, empapa sus neuronas y le narcotiza lo justito para poder continuar con el plan prefijado, un trago que ya no raspa al pasar por el gaznate y una firma temblorosa son sus últimas acciones antes de cerrar el sobre con las palabras de un hombre que no hace tanto que dejó de ser niño.
Sin poder evitar un liger…